18 junio 2009

Edipo, el Bodhisattva

Ciego del mundo externo,

divino ojo interior.


Sabio luego de tu propio Hades,

de aquella caída estrepitosa a un destino no previsto.


Creías que todo iba bien,

pero negaste el mundo de los placeres,

y ellos te aplastaron.


Quisiste ser un asceta lleno de inteligencia,

y te convertiste en un mendigo muerto de hambre.


Pero lo lograste,

encontraste a tu verdadera anima,

Antígona, tu leal hija.


Y en el momento preciso,

sentado bajo el alero de dos árboles,

la dejaste dormida,

caminaste al horizonte,

oíste el cantar de las Eumenides,

te perdonaste de corazón

y desapareciste…,

fundiéndote con toda Grecia…

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